Estamos transitando, sin dudas, un momento histórico como humanidad. Nunca nos imaginamos vivir una situación de estas características donde lo fuera de control es el nuevo paisaje con el que debemos y tenemos que aprender a convivir.
¿Por qué el liderazgo adaptativo se adapta a este contexto? Porque es el que mejor se adapta al mundo VICA (volátil, incierto, cambiante y ambiguo) que transitamos.
El cambio de contexto nos plantea nuevos desafíos y no todos van a poder ser resueltos desde el conocimiento de expertos. Vamos a tener que desarrollar nuevas maneras de estar y responder, más allá del conocimiento disponible.
Desde la perspectiva del liderazgo, necesitamos nuevas habilidades. Las respuestas no siempre van a venir de arriba hacia abajo. El mundo necesita un liderazgo distribuido. Las soluciones serán colectivas, procederán de muchos lugares y personas que deben desarrollar microadaptaciones.
Esto implica repensar el mindset y las skills de cada persona, para generar transformación e impacto en los ámbitos de incidencia donde las habilidades como agilidad, rapidez, flexibilidad, empatía, escucha activa y cercanía estén presentes.
Practicar el liderazgo implica dos acciones: diagnóstico y acción. Ambos procesos están muy presentes en el liderazgo adaptativo, que mira las dos dimensiones: hacia la organización y hacia uno mismo. Es decir, uno diagnóstica lo que está sucediendo en su organización y actúa para solucionar el problema que se haya detectado.
Para ser un líder eficaz es necesario diagnosticarse y actuar sobre uno mismo en el contexto de la dificultad. Es importante reflexionar sobre las propias actitudes y conductas para poder calibrar y tener mejor intervenciones.
El diagnóstico es la habilidad más importante y más infravalorada del liderazgo .Para hacerlo se necesita la capacidad de distanciarse del terreno para ver qué pasa. Es necesario entrar y salir para evaluar todo el tiempo lo que pasa en la organización y tomar acciones correctivas sobre la marcha.
En general en las organizaciones es habitual que se analicen los problemas personalizándolos o atribuyendo la situación a conflictos interpersonales. Esta tendencia suele dificultar una comprensión profunda y sistémica de lo que sucede.
Para contrarrestar la personalización de los problemas, hay que empezar por diagnosticar el sistema y actuar sobre él (moverse de afuera hacia adentro) para luego hacerlo con uno mismo (moverse de dentro hacia fuera).
El fundamental tener un lenguaje compartido.
Usar las mismas palabras y con el mismo significado, la comunicación se vuelve más efectiva, las malas interpretaciones disminuyen y la sensación de estar en el mismo barco se refuerza, a pesar de las diferencias.
En contextos VICA, volátiles, inciertos, cambiantes y ambiguos, como estamos viviendo, se adapta perfectamente porque nos permite movilizar a las personas a que afronten desafíos difíciles y prosperen.
Una de las claves de este liderazgo adaptativo es la repetición y experimentación. Se prueba algo, se ve lo que sucede y se aprende de ellos. Si no funciona se intenta otra cosa. Es muy ágil y dinámico, hay que tener una mentalidad experimental. Y aprender a improvisar sobre la marcha para encontrar el camino.
La adaptación depende de la diversidad y el secreto de la evolución está en la variedad, en la inteligencia colectiva.
Como todo aprendizaje es doloroso. A no todas las personas les gusta que los reorganicen. La resistencia no es al cambio en sí, sino a la pérdida y, esa resistencia a la pérdida, es el factor más común por lo que fracasa el liderazgo adaptativo.
Por eso es necesario diagnosticar a qué tipo de pérdida nos estamos enfrentando en una situación sin control como la que estamos viviendo. Luego evaluar y gestionar con acciones. Y no tenemos que deshacernos de todo, hay mucho que podemos conservar.